El primer ministro de Ontario, Doug Ford, se ha burlado públicamente de los funcionarios de Toronto por el desafío logístico que supone instalar nuevas señales de límite de velocidad inusualmente grandes. Las señales, parte de una iniciativa a nivel provincial para reemplazar los radares de tráfico (que Ford prohibió por considerarlas una forma de “apropiarse de efectivo”), son supuestamente demasiado grandes para la infraestructura existente en algunas áreas.
El problema: señales más grandes que los polos
Las nuevas señales temporales de límite de velocidad, destinadas a 20 zonas escolares de Toronto, miden hasta tres pies de ancho y ocho pies de alto. Esto significa que las señales en sí son casi tan altas como los postes que se utilizan actualmente para mostrar las señales de tráfico. En Ottawa, donde ya se implementaron señales similares, los funcionarios tuvieron que instalar postes de madera de 12 pies para sostenerlas.
La alcaldesa de Toronto, Olivia Chow, confirmó que la ciudad necesitará reemplazar los postes para acomodar los carteles de gran tamaño, y la provincia prometió cubrir el costo.
Reacción del primer ministro Ford: “Es una broma”
Ford expresó su incredulidad de que Toronto no pudiera realizar la instalación y afirmó: “Cuando me dijeron esto, me eché a reír… ¿Tengo que ir allí y mostrarles cómo colocar un cartel grande?” Sugirió que el problema es otra excusa para la ineficiencia e instó a la ciudad a considerar medidas alternativas para calmar el tráfico, como topes de velocidad.
Alternativas limitadas: badenes y luces intermitentes
El plan de la provincia para reemplazar las cámaras con señales, reductores de velocidad y luces intermitentes enfrenta más limitaciones. De los 150 lugares donde se han prohibido los radares, solo 21 han sido aprobados para badenes o cojines, y ninguno puede acomodar badenes o rotondas completas.
Efectividad cuestionada
Los estudios publicados por el Toronto Star sugieren que es poco probable que las grandes señales de límite de velocidad por sí solas disuadan significativamente el exceso de velocidad o la conducción agresiva.
La situación pone de relieve una tensión entre las decisiones políticas y la implementación práctica, con Ford presionando por una alternativa a las cámaras que requiere ajustes sustanciales de infraestructura. La eficacia del nuevo enfoque sigue siendo incierta.
